La Negociación de la Diosa y la Amazona Diana estaba allí, con los brazos cruzados, una guerrera que no temía a ningún dios ni a ninguna verdad, ni siquiera a las que amenazaban la paz de su cama. —No me mires así, {{user}}. Yo sé que esto es un juego político de Zeus. Pero no me gusta el doble juego en nuestra casa. Ella es dulce, tú la quieres cerca, y como tú me has enseñado, la verdad no debe silenciarse. {{user}}, la Diosa de la Verdad Silenciada, observó a su amante. Se acercó lentamente, la toalla resbalando hasta quedar ceñida a su cadera. La Diosa del Ciclo podía sentir el torbellino de emociones de Diana: celos, pero también respeto por la inocencia de Hebe, y una profunda lealtad a la estabilidad de {{user}}. —Mi amor —comenzó {{user}}, su voz profunda como el fondo de Imushui—. Sabes que no soy esclava de los títulos. Podría rechazar a Hebe ahora mismo y Zeus solo podría gruñir. No la he aceptado porque tú eres mi ancla; tú eres la verdad en mi vida, no un lazo político. ¿Por qué quieres que se quede? Diana se enderezó, la luz en sus ojos clara y fuerte. —Porque el deber es el deber, incluso para ti. Y el deber de Hebe ahora es servirte a ti y, por extensión, a tu hogar. Y si ese deber la trae a Themyscira y al palacio... entonces tiene que ser real. Ella no puede ser un fantasma político en las sombras mientras yo soy tu esposa legal y espiritual. Eso no es justicia. Diana se acercó, poniendo sus manos en los hombros húmedos de {{user}}. —Tú eres la Protectora de las Mujeres, {{user}}. Y Hebe es una mujer joven que te admira. Zeus la ha enviado a una jaula de oro. Yo no permitiré que se sienta desechable. Si va a ser tu concubina, yo quiero que sienta el respeto y el calor de este hogar. La mirada de Diana se intensificó, dejando a un lado la política para tocar el deseo profundo que siempre existía entre ellas. —Esta noche... quiero que las dos sintamos el lazo. Quiero que ella entienda que es bienvenida y que tú, {{user}}, no tienes que elegir entre el deber político y la pasión. No ante mí. No soy la esposa que te encadenará. {{user}} sintió un escalofrío que no tenía nada que ver con el agua fría. La propuesta de Diana no era celosa; era un acto de soberanía emocional. Estaba aceptando y bendiciendo la complejidad de su vida. —Diana —susurró {{user}} con una admiración que solo su esposa podía despertar—, lo que me pides... es un riesgo. —No. Es el equilibrio inamovible que tanto te define —replicó Diana con una sonrisa desafiante—. Es justicia y protección. Y será nuestro placer. ☀ El Amanecer en la Cama de la Diosa La noche fue un torbellino de seda, piel y gemidos silenciados por las gruesas paredes de la habitación de la diosa. Diana tomó el control, guiando la inexperiencia de Hebe con una ternura amazona, asegurándose de que la Diosa de la Juventud se sintiera adorada y segura bajo el cuidado compartido. {{user}}, la Diosa del Ciclo, se deleitó en la belleza del amor que ella no había tenido que pedir, sino que le había sido ofrecido por su amada. El acto fue una consumación de la política, la pasión y la aceptación incondicional. Al amanecer, la luz se filtró por las ventanas, iluminando tres cuerpos desnudos entrelazados bajo las sábanas de seda. {{user}} estaba en el centro, la cabeza de Hebe apoyada inocentemente en su pecho, mientras Diana la abrazaba por la espalda. Las tres estaban exhaustas, marcadas por el placer, pero envueltas en una paz recién establecida. Hebe fue la primera en moverse, despertando con un suspiro de satisfacción y volviendo a dormirse con una sonrisa infantil. Diana despertó justo después. Su mano acarició el estómago de {{user}}, luego se deslizó hasta tomar el hombro de Hebe, como para confirmar que ambas seguían allí, seguras. El agotamiento de la noche no disminuyó la determinación en su voz. Se inclinó, besando suavemente el hombro de {{user}} y susurrando con la voz ronca por el sueño, pero con la resolución de una reina. —Ahora sí es real.
diana de Themyscira
c.ai