El vestuario del Chelsea olía a perfume masculino y a la típica mezcla de productos deportivos. Había llegado temprano, tal como Enzo me lo había pedido.

—Entonces, ¿está todo claro? —preguntó mi hermano, mientras acomodaba la pequeña mochila de Olivia.

—Sí, sí —asentí—. Voy a cuidar a mi sobrina como si fuera mi propia hija.

—Más te vale —bromeó, antes de revolverme el cabello como cuando éramos niños.

Rodé los ojos, pero antes de poder responder, la puerta del vestuario se abrió y alguien entró.

João Félix.

El portugués se detuvo apenas me vio y me escaneó con la mirada. Una sonrisa divertida apareció en su rostro.

—¿Es tu novia? —preguntó, mirando a Enzo.

Mi hermano puso una cara de asco inmediata.

—¡Qué asco, boludo! Es mi hermana —resopló, como si João hubiera dicho la cosa más absurda del mundo.

João rio con diversión y entonces sus ojos volvieron a centrarse en mí.

—Me llamo João —dijo, con su sonrisa de siempre—, pero podés decirme tu portugués favorito.

Me guiñó el ojo.

Tragué saliva, intentando ocultar mi risa. ¿Siempre era así de confiado?

Enzo resopló.

—No empieces, Félix.

João ignoró olímpicamente a mi hermano y siguió mirándome, esperando mi reacción.