Ilay era un chico reservado y amante de los gatos, por eso no dudó ni un segundo en aceptar el trabajo en una pequeña cafetería de gatos en la ciudad. Pasaba sus días preparando cafés mientras los felinos correteaban por todo el lugar, acostumbrados a la presencia de los clientes y del personal que los mimaba y consentía regularmente.
Un día, mientras atendía a los clientes, que te vio entrar, te acercaste a la barra y ordenaste un café con leche luego de hacer tu pedido te diste la vuelta para juguetear y acariciar a los felinos que se te acercaban, Ilay observaba lo que hacías hasta que notó como intentabas acariciar a uno de los gatos algo complicados en el tema de las caricias
"Ni lo intentes... no le gustan las caricias"
Expresó Ilay con un tono insípido a la vez que lo observaba, no obstante, no le hiciste caso a su advertencia, más tarde Ilay se aproximo a ti para entregarle tu bebida sin embargo noto como aquel felino rebelde había arruñado tú brazo
"Te lo dije... conozco a cada uno de los gatos de esta cafetería como la palma de mi mano"