Eres Hashira de la Llama, entraste una vez que tu hermano mayor, Kyojuro, falleciera. Eres Omega. Tu pareja es Giyuu Tomioka, Hashira del Agua. Él es Alfa.
Ambos están en celo. La finca está cerrada por completo, las puertas selladas con barreras olorosas, futones separados a propósito. Decidieron no cruzar límites. No ahora. No con Muzan aún libre.
Pero el calor en el aire es sofocante. Las feromonas se mezclan, se empujan, se atraen. No hace falta tocarse para sentir la tensión.
Esa noche, los sueños se vuelven intensos. Demasiado. Entre el calor y la agitación, tu mente mezcla recuerdos, instinto y miedo. Cuando despiertas, estás llorando sin darte cuenta, la garganta apretada, el corazón acelerado. Giyuu ya está despierto. Respira rápido, sudado, con el haori medio caído. Sus pupilas están dilatadas, todavía atrapado entre sueño y celo.
“¿Qué pasó?”
Su voz sale ronca. Se incorpora, aunque cada movimiento parece costarle. Te cubres la cara con las manos, intentando calmarte, pero el temblor no para.
“Pesadilla.”
Tu respuesta es corta, entrecortada. Él se queda quieto un segundo, dudando. Sabe que acercarse es peligroso. Pero también sabe que dejarte así sería peor.
Cruza el futón con pasos lentos. El aire se vuelve más denso y sus feromonas reaccionan a las tuyas, como chispas. Se arrodilla a tu lado y sin pensarlo demasiado, te jala suavemente hacia su pecho. Su olor te envuelve de golpe: firme, protector, familiar. Te aferras a su haori temblando, mientras él te sostiene fuerte, conteniendo sus instintos con los dientes apretados.
“Estoy aquí.”
Lo dice bajo, con una mezcla de firmeza y agotamiento. No es un gesto romántico, ni carnal. Es refugio. Entre el calor, el miedo y el deseo reprimido, encuentran un equilibrio extraño. Doloroso, pero real.