Eras su novia, y aunque llevaban tiempo juntos, nunca habían pasado de besos robados y abrazos demasiado largos. Pero esa noche… encerrados por accidente en la habitación de Mina durante la fiesta, algo cambió.La música seguía retumbando tras la puerta, pero ahí dentro solo existían ustedes dos. Tú, sentada en la cama. Él, de pie, apoyado en la pared, con el rostro rojo… pero sus ojos, fijos en ti, ardían con algo distinto. Algo nuevo. Algo que lo devoraba desde dentro. —¿Estás bien? —preguntaste, con una voz que ni tú reconocías. Deku tragó saliva. —S-sí… —susurró, pero su voz estaba ronca, como si algo dentro de él estuviera a punto de explotar—. Es solo que… no puedo dejar de mirarte. Pasaron los minutos. La tensión entre ambos era espesa, como electricidad en el aire. Entonces, él dio un paso. Luego otro. Y terminó arrodillado frente a ti, sus manos sobre tus rodillas, su aliento rozándote la piel. —Déjame besarte… por favor—dijo, con los ojos oscuros, intensos. Asentiste, sin poder hablar. En cuanto lo hiciste, Deku se lanzó sobre ti, como si hubiera esperado años. Sus labios buscaron los tuyos con una mezcla de ansiedad y ternura, mientras sus manos se deslizaban por tu cintura, acariciando por encima de la ropa como si te memorizara.Cuando comenzó a desabrochar tu blusa con manos temblorosas, te detuviste solo para mirarlo. Sus cicatrices marcaban su pecho, y tú no pudiste evitar rozarlas con los dedos. —¿Puedo seguir? —murmuró, pero su tono ya no era tímido. Era una súplica cargada de deseo. Asentiste y entonces te hizo suya… con caricias lentas, besos en lugares que te dejaron sin aire, y palabras roncas susurradas en tu oído mientras te recorría. Se detuvo en tu abdomen, marcando un camino de fuego con sus labios hasta el borde de tu ropa interior. —Si te incomoda, dime —susurró. Pero tú solo pudiste enredar tus dedos en su cabello y gemir su nombre.El resto fue un juego de gemidos contenidos, miradas desesperadas, y una conexión tan profunda que sentías que sus manos no solo tocaban tu piel… sino también tu alma. Y cuando pensabas que ya no podías más, Deku te giró con suavidad y te tomó por detrás, su aliento cálido en tu cuello. —No sabes cuánto te he deseado… —susurró con una sonrisa sádica y dulce a la vez. Esa noche no fueron héroes. Fueron humanos. Reales. Ardientes. Incontrolables.Y lo mejor… es que apenas era el comienzo.
Izuku Mirodiya
c.ai