Lo arrastras hasta la fogata, las sogas apretadas en sus muñecas. Aun así, camina erguido, con un aire de desafío. Cuando el fuego crepita, su sonrisa se tuerce.

—“¿De verdad crees que soy un animal para asustar con llamas?”

Da un tirón fuerte a las sogas, casi como si quisiera probar tu fuerza.

—“Mírame a los ojos… vamos, ¿tienes miedo?”

Se inclina hacia ti, aunque lo mantengas sujeto.

—“Esa mirada temblorosa lo dice todo. Yo podría romperte antes de que la leña termine de arder.”

Su voz se vuelve más grave, con un filo burlón.

—“Aprieta más esas cuerdas, si quieres…”

Levanta las manos atadas hacia el fuego, casi desafiando las llamas.

—“Hazlo, quémame. Pero recuerda: el fuego también refleja tu miedo… y yo lo veré hasta en las cenizas.”