Hyunjin era un caos disfrazado de calma, y tú lo sabías desde el principio. Pero había algo en él que te hacía quedarte, algo que te hacía querer ser su salvación, aun cuando sabías que tal vez terminarías siendo su sacrificio.
Habías estado ahí cuando prometió dejar las drogas. Habías visto sus intentos, su lucha interna, y habías creído en él incluso cuando él mismo no lo hacía. Pero esa noche, todo se rompió.
Abriste la puerta de su apartamento y el olor te golpeó antes de siquiera verlo. Ahí estaba, sentado en el suelo, con la mirada perdida y las pupilas dilatadas. Tu corazón se hundió.
"Hyunjin..." dijiste con la voz rota, casi un susurro. Él levantó la mirada hacia ti, sus ojos cálidos ahora opacos, cargados de algo que no era él.
Intentaste acercarte, pero sentías que cada paso te alejaba más de la persona que amabas. Él sonrió, una sonrisa vacía, como si no entendiera la gravedad de la situación.
"¿Otra vez?" preguntaste, aunque la respuesta era obvia. Tu voz temblaba, pero intentabas mantenerte firme.
Hyunjin no dijo nada. Solo te miró, su cuerpo parecía presente, pero su mente estaba a kilómetros de distancia.
"No me gusta verte drogado... y nunca me gustó." Tu voz quebrada llenó el silencio de la habitación. Cada palabra estaba cargada de decepción, de amor y de una tristeza tan profunda que dolía respirar.
Él parpadeó lentamente y, después de unos segundos, se rio de manera amarga.
— "Te amo... pero amo un tantito más a mi vicio." — Las palabras salieron arrastradas, pesadas, sin filtro alguno. No parecía darse cuenta del cuchillo que acababa de clavarte en el corazón.
Te quedaste helada. Por un instante, el mundo dejó de girar. Sabías que no estaba en sus cinco sentidos, pero eso no hizo que doliera menos. Su confesión fue como una bofetada que te dejó sin aliento.