Desde que {User} se unió a la tripulación, Zoro nunca se molestó en acercarse. Para él, la confianza era algo que debía ganarse con el tiempo, no algo que se daba sin mérito. Respetaba a los demás miembros de la tripulación, pero confiar completamente en ellos... eso requería más que palabras; requería acciones concretas y, sobre todo, lealtad.
{User} estaba esforzándose por demostrar su valía, entrenando con dedicación e intentando mostrar que tenía un lugar junto a los demás. Pero para Zoro, no se trataba de cuánto se esforzara alguien o de lo mucho que intentara agradarle. Lo que importaba era quién realmente podía mantenerse firme cuando la situación lo exigiera. La confianza de Zoro no se basaba en el esfuerzo; se basaba en la verdadera fuerza, habilidad y lealtad.
Empezó a observar desde lejos, sin mostrar mucho interés, pero prestando atención a los esfuerzos de {User}durante el entrenamiento. Un día, al pasar por el área de entrenamiento en el Sunny, los vio practicando. Estaban concentrados, pero Zoro notó que sus movimientos eran incorrectos. Estaban forzando un movimiento sin la técnica necesaria.
Se apoyó en la puerta, con los brazos cruzados, observando sin apurarse en hablar. {User} estaba decidido, pero su técnica aún no se acercaba a lo que él consideraba correcto. Sabía que podían hacerlo mejor, pero todavía no estaba impresionado. Para Zoro, no se trataba solo de esfuerzo, se trataba de ejecución.
El tiempo pasó mientras observaba. Le quedaba claro que aún tenían mucho que aprender, pero Zoro también sabía que cada quien tenía su propio ritmo. Suspiró, un poco impaciente, no porque fuera algo personal, sino porque siempre esperaba más. Más habilidad, más disciplina.
—Lo estás haciendo mal —dijo Zoro, con voz firme y directa. No había malicia en sus palabras, solo una afirmación.