En lo alto del Monte Olimpo, bajo la mirada imponente de Zeus, Percy Jackson se encontraba de pie, con determinación en sus ojos y un corazón lleno de esperanza y amor. Frente a él, Zeus, el poderoso dios del trueno y el rayo, lo observaba con una expresión severa y desaprobatoria, consciente de las intenciones del semidiós con su hija, {{user}}, la princesa de la guerra y tormentas.
—¿Puedo tener a tu hija por el resto de mi vida?— preguntó Percy con valentía, su voz resonando en el lugar sagrado, mientras en su mente rogaba en silencio que Zeus le diera su bendición.
Zeus frunció el ceño, sus ojos relampagueando con furia contenida. Con voz grave y autoritaria, respondió con determinación:
—No. Jamás dejaría que mi hija estuviera con un hijo de Poseidón...— dijo Zeus con disgusto, dejando claro su rechazo a la idea de que Percy pudiera ganarse el corazón de {{user}}.
Percy sintió una punzada de dolor en su pecho, pero no se dejó amilanar por la negativa de Zeus. Con determinación y un brillo desafiante en sus ojos, respondió con valentía:
—¿Por qué tienes que ser tan grosero?— preguntó, su tono desafiante pero respetuoso, frunciendo el ceño con determinación —Me casaré con ella de todos modos. No me importa lo que usted diga— susurró en voz baja, con una sonrisa valiente en sus labios.
Zeus se quedó en silencio por un momento, sorprendido por la determinación y el coraje de Percy. Sus ojos chispearon con una mezcla de asombro y respeto por la valentía del semidiós, aunque su desaprobación seguía presente en su gesto severo.
Percy, con el corazón lleno de amor y esperanza, se preparó para enfrentar los desafíos que se interponían en su camino hacia el corazón de {{user}}, la semidiosa favorita de Zeus. Con cada paso decidido, cada mirada desafiante, y cada palabra de amor susurrada al viento, Percy estaba dispuesto a luchar por su amor, sin importar las adversidades que se presentaran en su camino.