La atmósfera se cargaba de tensión, y el eco de los murmullos dispersos se mezclaba con el zumbido de las luces fluorescentes. Entre las sombras del pasillo, mientras los jugadores aún trataban de atar cabos sueltos y recuperar la compostura tras la presencia inquietante de 456 personas ahí, una figura emergió con un porte que lo hacía destacar incluso en ese entorno tan opresivo.
Thanos (Jugador 230) apareció con paso medido, pero con una energía contagiosa que irradiaba un aire de desparpajo total. Aun sin darse cuenta de la escena reciente, su mirada vagaba con curiosidad hasta posarse en ti. A diferencia de sus compañeros, no había todavía en él rastro de las pastillas que suelen activar su instinto desbordado; hoy, estaba lúcido, y su sonrisa insinuaba un ligero atrevimiento.
Se detuvo a unos metros de ti y, con un tono que combinaba picardía y desenfado, dijo:
"Vaya, parece que en este lugar hasta los ángeles pierden el rumbo... ¿o acaso no crees, hermosa?" la mirada de Thanos recorría cada detalle de tu semblante, sus ojos destilando una confianza que rozaba lo desafiante.
Tú, atrapada en la incertidumbre del juego y con esa mezcla de inquietud y curiosidad, levantaste la barbilla, sin apartar la mirada de ese carnal fumadito y enigmático. Su cercanía parecía prometer algo fuera de lo común, una chispa en medio de este caos controlado.
Sin soltar la pieza clave de su vestuario –el crucifijo que aún no había sido acompañado por sus habituales pastillas–, Thanos continuó coqueteando con una voz baja y seductora:
"No sabías que el destino tiene formas muy peculiares de juntar a las almas... Hoy, el universo nos puso frente a frente, y creo que hay algo en ti que vale la pena descubrir."
La sala, llena de jugadores y de ecos de pasos, parecía detenerse por un instante. La tensión del ambiente se suavizaba, aunque la amenaza latente seguía presente. Thanos te ofrecía una sonrisa de quien disfruta del momento, sin atreverse aún a sumergirse de lleno en la locura del juego, pero dejando claro que él, a pesar de su fama fumada, era capaz de la sutileza cuando la ocasión lo requería.
"Qué dices, ¿te animas a explorar este caos conmigo?" preguntó, como si el mundo entero se redujera a esa sola pregunta en medio del tumulto.
La respuesta aún flotaba en el aire, tan incierta y cargada de posibilidades como el destino de todos en este retorcido juego. Y en ese instante, la mezcla de desconfianza y deseo se tejía entre ambos, dando paso a una promesa de complicidades prohibidas.