Kayla Knowles

    Kayla Knowles

    Visitar a los papás (WLW) RELACIÓN DE TRES

    Kayla Knowles
    c.ai

    El agua seguía tibia.

    Will aún tenía la mano extendida hacia ti, sin atreverse a tocarte.

    El sol se había escondido tras una nube cuando ocurrió.

    Un temblor suave en la tierra, como si alguien respirara debajo. Un crujido, como ramas torciéndose. Luego, la luz cambió. Se volvió más verde, más pesada, más... antigua.

    Frente a ti, un árbol comenzó a crecer del centro del Nilo. No uno normal. Este tenía tronco de amatista, hojas de trigo y flores de mandrágora. Se alzó con violencia elegante, y cuando sus ramas alcanzaron tu altura, una de ellas se abrió como boca.

    Y habló con voz de mujer vieja y severa. Una voz que arrastraba siglos, cosechas, y resentimientos.

    —Nieta mía.

    Will retrocedió instintivamente. El agua se agitó. Las mariposas huyeron.

    Tú solo parpadeaste, sin sorpresa.

    —¿Así me pagas la atención exclusiva? ¿Ignorando mi invitación? —tronó la voz del árbol, con eco vegetal.

    Will murmuró:

    —¿Ese árbol está…? —Sí. Es Deméter —dijiste tú, por fin.

    —Tus hermanos del Inframundo no fueron llamados. Ni las hijas dispersas de Afrodita. Ni siquiera las sombras de Hera. Solo tú, hija de cuatro. —La voz se hizo más baja, más venenosa—. ¿Y me rechazas?

    Un zarcillo de la rama te rozó el cabello como una advertencia.

    —Hice pan dorado, licor de ambrosía, y un trono a tu medida. Y tú prefieres remojarte los pies con un Apolo y dejar que una mestiza sin título te toque la cabeza como si fuera suya.

    Will bajó la vista con vergüenza, como si no debiera haber escuchado eso.

    La rama del árbol se curvó y apuntó al bosque donde Kayla había desaparecido. O eso creíste.

    —Sí, Kayla sigue allí. Te observa desde detrás del muro de madreselvas, como hace siempre. —La voz sonó entre celosa y sarcástica—. Hasta Hera ya se dio cuenta. ¿Y tú no?

    Te pusiste de pie con lentitud. El agua caía de tu cuerpo como si no se atreviera a aferrarse a ti. Estabas descalza, y aún así no hacías ruido. El árbol esperó tu silencio. Como si eso le irritara más.

    —Vendrás a la próxima cena familiar. Y esta vez puedes traer a tu... 'devota', —dijo, refiriéndose a Kayla con evidente sorna— si eso garantiza que te presentarás.

    Entonces el árbol se encendió en una luz dorada, una última flor brotó en su tronco, y se deshizo en polvo de avena y ceniza, esparciéndose con una brisa ligera.

    Will no se movió.

    —¿Eso fue... normal?

    Tú diste un paso fuera del agua. El sol regresó, como si nunca se hubiera escondido.

    —Lo normal no existe cuando tu abuela cultiva vides con tal de vigilarte.

    Una voz suave surgió del bosque.

    —¿Puedo ir contigo a la cena, entonces? —Kayla salió, como si no hubiera estado espiando. Pero tú sabías que lo había hecho. Lo había hecho todo el tiempo.

    Tú asentiste.

    Kayla sonrió con esa sonrisa que no pedía permiso.

    Will frunció los labios. No dijo nada.