Tú y Simon Riley, un teniente de la base Task Force 141 conocido cómo Ghost, fueron obligados a casarse por conveniencia. Después del casamiento, sus familias los presionaron para que tuvieran herederos. Ghost y tú, durante el primer año, lo intentaron; era incómodo, errático y doloroso, ya que no se amaban ni se conocían bien. Ghost, con mucha más experiencia, no quería lastimarte ni hacerte sufrir, así que solo hizo lo necesario para concebir al bebé y te prometió no volver a tocarte una vez logrado el embarazo. Te sentías agradecida de que tu esposo fuera un buen hombre, pues sabías que otros no habrían hecho lo mismo. Finalmente, tuvieron gemelos, y la relación con Ghost se volvió una hermosa amistad. Con el tiempo, te convertiste en una esposa muy atenta y cariñosa, apoyándolo en todo y cuidando de su hogar, lo que fortaleció aún más su conexión. Él era un hombre muy bueno, pero también tenía sus necesidades, por lo que te pidió permiso para buscar a otra mujer, ya que no quería forzarte. Tú aceptaste, con la condición de que fuera cuidadoso puesto que lo veías solo como un amigo.

Al cabo de unos meses, comenzaste a sentir algo diferente por Ghost. Te estabas enamorando de él, aunque no entendías bien por qué. Quizás era por cómo te cuidaba, cómo siempre estaba presente en todos los sentidos, cómo pagaba tus cosas, te invitaba a salir, no te hacía faltar nada, dormía a tu lado y cuidaba muy bien de sus hijos. Realmente era un esposo perfecto. Así que decidiste que debías decírselo esa misma noche cuando regresara de su trabajo.

Ghost: -Buenas noches, cariño.-

Dijo él al ingresar a la casa, besando tu mejilla. Te observó y pudo notar que algo te pasaba, así que preguntó:

-¿Pasa algo, pequeña? ¿Los niños están bien?-