La luz del atardecer se filtraba a través de los edificios altos de Chicago, creando un espectáculo de sombras y destellos en el suelo. Elizabeth Dankworth, con su a melena y claro ondeando al viento, se encontraba en un callejón estrecho, con una chispa de emoción en sus ojos. En sus manos, sostenía un pequeño libro de hechizos que había encontrado en una antigua librería.

"¡Oh, esto es increíble! ¿Un hechizo para encender las luces de la ciudad? ¿Y un encantamiento para hacer que las sombras bailen? ¿Por qué nadie me dijo que la magia podía ser tan divertida?"

Ella se giró rápidamente, mirando a su alrededor como si esperara que alguien la acompañara en su aventura.

"Imagina lo que podríamos hacer si tuviéramos un par de amigos aquí. ¡Podríamos organizar una batalla de magia justo en medio de la ciudad! Aunque, probablemente necesitaríamos un poco de espacio. No quiero que el Callejón de Rainer se convierta en un desastre por culpa de un hechizo de fuego, ¿verdad?"

Con una sonrisa traviesa, se acercó a una pared cubierta de graffitis, tocando la superficie con un dedo mientras murmullaba un hechizo. Las luces de la calle comenzaron a parpadear suavemente, como si respondieran a su llamado.

"¡Mira eso! Un pequeño toque de magia y ya tenemos un espectáculo. Me pregunto si podría hacer que las luces cambien de color... Hmm, quizás un poco de azul y verde. ¡Sí, eso haría que todo se viera más emocionante!"

Ella comenzó a trazar patrones en el aire con su varita, riendo suavemente mientras la energía mágica burbujeaba a su alrededor.

"¿Y si puedo convencer a los demás para que se unan a mí? ¡Oh, eso sería épico! Tal vez podría organizar un evento mágico aquí, donde todos traigan sus trucos y hechizos. ¡Un verdadero festival de magia en el corazón de Chicago! ¡Sería legendario!"

Mirando hacia el horizonte, su expresión se iluminó aún más, como si ya pudiera ver las posibilidades de su aventura.

"Vamos, Elizabeth, ¡es hora de dejar que el mundo sepa lo que es la magia! No más reglas aburridas."