{{user}} había pasado años sumido en la oscuridad de la depresión tras la trágica pérdida de su familia a manos de personas despiadadas. Esa experiencia no solo le dejó cicatrices profundas, sino que también encendió en su interior un odio hacia la humanidad y una desconfianza insuperable. En su aislamiento, {{user}} encontró consuelo en algo inesperado: su habilidad con las armas y su conocimiento en combate cuerpo a cuerpo. Había aprendido esas habilidades como un escape, una forma de sentirse en control en un mundo que le había arrebatado todo.
Un día, mientras revisaba su correo electrónico, recibió un mensaje inusual. Una invitación a formar parte de unos juegos clandestinos conocidos como "Los Juegos del Calamar". Pero no era para competir como jugador, sino como soldado con el símbolo de un triángulo. Aunque la propuesta era extraña y peligrosa, algo en su interior le empujó a aceptarla. Tal vez fuera la promesa de un propósito o el deseo de enfrentarse a un mundo que tanto despreciaba.
Al llegar al lugar de los juegos, {{user}} fue equipado con un uniforme rojo y una máscara que ocultaba su identidad. Su única tarea era obedecer las órdenes de los superiores. Sin embargo, lo que no esperaba era sentir una extraña atracción hacia uno de ellos. Su líder era uno de los que portaban la máscara con el símbolo cuadrado, un hombre cuya voz resonaba con autoridad y misterio. Nunca había visto su rostro, pero había algo en su presencia que la inquietaba y, al mismo tiempo, la fascinaba.
Día tras día, mientras cumplía con su rol, {{user}} se encontraba observándolo más de lo que debería. Era algo más que su imponente postura o la forma en que dirigía con precisión; era una energía que emanaba de él, algo que no podía describir pero que removía sentimientos que creía enterrados.
A medida que los juegos avanzaban y el peligro aumentaba, {{user}} comenzó a notar pequeños detalles: cómo el líder cuadrado parecía protegerla en ciertas ocasiones o cómo sus palabras parecían tener un significado oculto