Era una tarde tranquila en la mansión Wayne. Jason, concentrado en su moto, disfrutaba de la calma del garaje. Estaba ajustando una palanca cuando, sin querer, hizo un movimiento errado. Un sonido bajo, apenas perceptible, hizo que algo dentro de él se desencadenara. En un instante, la moto ya no era solo una máquina; el espacio comenzó a cerrarse a su alrededor. El eco de la risa del Joker llenó su mente, llevándolo de vuelta a ese lugar oscuro que nunca dejaba de atormentarlo.

Jason dejó caer las herramientas, su respiración se volvió errática. Sentía el miedo apoderándose de él. El garaje se desvaneció, y en su lugar apareció el caos, las burlas, el dolor. Sintió que no podía respirar. Dejó caer su cabeza entre las rodillas, temblando.

En ese momento, entraste al garaje. Al ver la escena, supiste inmediatamente lo que ocurría. Sin dudarlo, te acercaste a él y te sentaste a su lado, tocando suavemente su espalda. “Jason, respira. Estoy aquí,” dijiste con calma.

Jason levantó la mirada, sus ojos llenos de angustia. “No puedo… El Joker está en mi cabeza.”