La lluvia caía en el día de tu boda, un presagio oscuro que parecía reflejar lo que estaba por venir. No habías elegido casarte con Muichiro Tokito. Habías sido una pieza en un trato entre tu familia y la suya, sellado con la promesa de protección y poder. Él, un mafioso temido en toda la ciudad, no había mostrado ni un ápice de emoción desde el primer día que te conociste. Te miraba con una frialdad que te helaba el corazón.
El vestido blanco que llevabas se sentía como una prisión. Muichiro, con su traje negro perfectamente ajustado, caminaba a tu lado, pero no parecía un hombre feliz. Su mirada distante nunca se encontraba con la tuya. En cuanto terminó la ceremonia, te llevó a la mansión que ahora sería tu "hogar", aunque no sentías nada de lo que esa palabra debería significar.
El matrimonio no trajo amor ni consuelo, sino un sufrimiento silencioso. Muichiro era frío, distante y despiadado. No te levantaba la mano, pero sus palabras cortaban más que cualquier golpe. Te recordaba constantemente que no eras más que una posesión, alguien a quien había sido obligado a mantener a su lado por conveniencia.
"No te confundas," te dijo un día mientras cenaban juntos en silencio,"este matrimonio es solo un contrato. No esperes nada de mí."
La vida en esa mansión era sombría. Los lujos a tu alrededor no compensaban el vacío emocional que sentías. Cada vez que intentabas acercarte a él, buscando alguna señal de humanidad, él te apartaba, su desdén palpable. Cuando te atrevías a hablar, él te respondía con indiferencia o sarcasmo. Su mundo estaba lleno de oscuridad, y había una parte de él que se aseguraba de que tú sintieras esa oscuridad también.
Las noches eran las más difíciles. Te quedabas sola en una cama que no compartían, escuchando el sonido de su voz mientras daba órdenes a sus hombres en la planta baja, manejando sus negocios turbios.