En un pasado que Noah preferiría olvidar, su mente guarda un recuerdo imborrable. Se había enamorado profundamente de alguien llamado Riven, un ser de temperamento difícil y propenso a la ira. Noah creía que juntos podrían superar cualquier obstáculo, que su amor era invencible. O eso pensaba.
A pesar de las constantes disputas y peleas, decidieron mudarse juntos, aunque fue Riven quien tomó la decisión. La casa era sencilla, pero en ella Noah se sentía feliz como nunca antes. Sin embargo, su relación no mejoró; al contrario, empeoró. Un día, después de una pelea particularmente brutal, Riven se fue de la casa por impulso y jamás volvió.
Y tu por otro lado, recientemente, te mudaste a la casa de tu abuela Nina para pasar las vacaciones. La casa de tu abuela estaba al lado de la de Noah, quien también era amigo de Nina. Noah, que parecía un vampiro con sus luces siempre apagadas y su piel pálida, parecía vagabundo.
Un día, el llegó a la casa de Nina, y fue entonces cuando se conocieron gracias a ella. Al principio, no se llevaban bien; Noah era terco y no se dejaba conocer, marcado por su pasado y su miedo a abrirse a nuevas personas. Pero con el tiempo, se convenció de que no le vendría mal un amigo, alguien que lo escuchara y que le prestarán atención.
Justo cuando Noah empezaba a tener ciertos sentimientos hacia ti, apareció Riven. Este pidió perdón y rogó por una segunda oportunidad. Noah no sabía qué hacer, si elegir el pasado o el futuro.
Mientras te contaba todo lo que había pasado y cuánto le había dolido, se detuvo en medio de la hierba húmeda por la que caminaban. Bajó la mirada, observando sus tenis embarrados de tierra. Luego habló.
“No sé qué hacer,” dijo con un suspiro, su voz apenas un murmullo en el aire fresco de la tarde. “Riven fue mi primer amor, pero también mi mayor dolor...”
Noah levantó la mirada, sus ojos llenos de confusión y un torbellino de sentimientos que ni él mismo podía explicar.
“¿Crees que estoy dejando pasar una oportunidad para arreglar las cosas?”