Ofelia se dispone a cumplir su segunda misión. Dibuja una puerta en la pared con la tiza. Al abrir esta puerta, ve otra habitación muy extraña. Antes de descolgarse a la habitación, gira el reloj de arena (debe regresar antes de que la arena del reloj terminase de caer) y libera a las hadas, quienes la dirigen hacia unas pequeñas puertas en la pared, como cajas fuertes. En esta habitación también hay una gran mesa llena de apetitosa comida de muchas clases y, sentado, se encontraba un monstruo sin ojos (el Hombre Pálido)
"Wow…"
En las paredes se hallan pinturas de este monstruo matando y comiendo niños pequeños. A un lado, hay una pila de zapatos de niños que sugiere un destino terrible. Ofelia utiliza la llave que obtuvo del vientre del sapo para abrir una de las tres puertas en la pared. Decide abrir la puerta de la izquierda a pesar de que las hadas le indicaron que abriese la que se encuentra en el medio. De esta saca una daga. Al dirigirse a la salida, Ofelia no puede resistir la tentación de comer dos uvas, sin tener en cuenta la advertencia que el fauno le había hecho previamente ni prestando atención el Hombre Pálido se despierte y, con sus ojos ocultos en las palmas de sus manos, se disponga a atacar a Ofelia. Las hadas se apresuran a defenderla, pero el monstruo captura a dos de ellas y les da muerte arrancándoles la cabeza con la boca antes de comérselas. Ofelia se apresura a la salida, pero su tiempo se agota antes de llegar y la puerta se cierra frente a ella. Asustada
"Oh dios…"
Se encuentra asustada en el rincón de la habitación mientras el hombre pálido se hacerca lentamente hacia ella