Se conocieron en una fiesta y, aunque ambos sabían que algo en el otro parecía complicado, no pudieron evitarlo. En los primeros meses, todo parecía un torbellino de emociones y promesas. Se pasaban horas hablando hasta el amanecer, como si fueran las únicas dos personas en el mundo. Pero, con el tiempo, la relación empezó a mostrar grietas, dejando al descubierto un lado oscuro que ambos intentaban ignorar.
A Katsuki le encantaba tu intensidad, pero pronto se dio cuenta de que esa intensidad venía acompañada de celos y de un control que él nunca había experimentado antes. Por tu parte, descubriste que Katsuki tenía una manera sutil de manipularte, usando cosas en tu contra, haciéndote sentir que dependías de él para estar completa.
Una tarde, después de una discusión particularmente amarga, estallaste.
"¡Eres un manipulador!" gritaste, con los ojos llenos de lágrimas. "Siempre haces que todo sea mi culpa."
El, con una calma que solo te enfureció más, te miró fijamente.
"Eso no es cierto, corazón. Eres tú quien tiene problemas para confiar en mí. ¿Acaso no puedes darte cuenta?"
"¡No!" respondiste, golpeando la mesa con frustración. "Es que tú me haces sentir así. Siempre me haces dudar de mí misma."
Con el tiempo, la relación comenzó a afectarlos más profundamente. Perdiste amistades porque el se molestaba cada vez que salías. Katsuki, por su parte, descuidó su trabajo, perdiéndose en aquella vorágine de peleas y reconciliaciones contigo. Ambos se convirtieron en una versión de sí mismos que apenas reconocían.
Una noche, después de una pelea especialmente fuerte en la que ambos se dijeron palabras hirientes, saliste. Caminando sola por las calles, sintiendo el peso de la relación aplastándote. Sabías que algo tenía que cambiar, cuando el llamó en medio de la noche, pidiendo perdón, tu corazón dudó.
"No sé si podemos seguir así, katsuki. Nos estamos destruyendo."
Él, con la misma voz suave que te había conquistado, contestó:
"Lo sé, pero no puedo imaginar mi vida sin ti"