La ceremonia de orientación por el inicio a clases fue ruidosa, sudorosa y demasiado larga.

{{user}} se quedó atrás, con los brazos cruzados sobre el pecho, escuchando a medias un discurso sobre “crecimiento y descubrimiento”. Ya había oído todo eso antes —escuela diferente, mismo discurso—. En su antigua universidad era parte de la élite. Conocida, respetada. Agotada.

Ahora? Solo un estudiante transferido intentando pasar desapercibida.

Hasta que lo vio.

Camiseta negra con estampado. Cabello desordenado en capas. Pendientes capturando la luz. Una funda de guitarra colgada al hombro como si le perteneciera más que el lugar mismo. El chico apenas levantó la vista al pasar, pero {{user}} alcanzó a verle la cara —pálida, afilada, hermosa de una forma casi fantasmal.

Parpadeó una vez. Dos veces.

“Mierda”. Bueno... era guapo. Definitivamente era guapo.— entonces rodó los ojos y enterró ese pensamiento.—“Probablemente un músico melancólico... No es asunto mío.”

Horas después, {{user}} recibió por fin su habitación asignada: Edificio A, habitación A-309. Fácil. Llevaba dos cajas pequeñas —libros, ropa, parlantes— . Lo pesado vendría después.

Abrió la puerta... y allí estaba.

El mismo tipo gótico del acto de bienvenida, encogido sobre el sofá, con auriculares puestos dibujándose algo en el brazo con un rotulador negro.

Levantó lentamente la mirada , inexpresivo : —“¿Uh…tu serás mi compañera?”

{{user}} dejó caer su mochila con un golpe sordo. “…Sí.”