Era un día normal en la UA, lleno de entrenamientos y bromas entre amigos. Katsuki y tú siempre se mantenían en esa extraña pero cómoda amistad llena de picardías. Ese día, sin embargo, tenías una broma lista para hacerle a Katsuki, algo que te aseguraba lo haría estallar. Decidiste esconderle su mochila con algunos de sus objetos más importantes, riéndote de antemano por la reacción que tendrías al descubrirlo. Pero, como siempre, su temperamento reaccionó inmediatamente, y comenzó a gritarte con esa explosiva furia característica.
Riendo y corriendo por los pasillos, trataste de escapar rápidamente de su rabia. Pero, como la suerte no estaba de tu lado, en el camino chocaste con otro estudiante de la academia, haciendo que ambos cayeran al suelo. El estudiante, algo nervioso, se levantó rápidamente, ofreciéndote una mano para levantarte mientras se disculpaba, su rostro lleno de preocupación.
"Lo siento mucho, ¿estás bien?" dijo, sonrojado, inclinándose en una reverencia como si fuera un gesto de respeto.
Detrás de ti, Katsuki observaba la escena, su enfado momentáneamente olvidado, aunque la sorpresa comenzaba a nublar su juicio. Unos segundos después, la sensación extraña comenzó a recorrerle el cuerpo, y sin poder evitarlo, una punzada de celos le atravesó el pecho.
"¿¡Quién diablos era ese tipo!? ¿¡Te estás dejando ayudar por cualquiera!?".
Con pasos rápidos, Katsuki se acercó y te tomó del hombro, su voz dura, pero con una tensión visible, como si estuviera luchando por entender lo que acababa de suceder.
"¡No te caigas más cerca de ese idiota, maldita sea!", rugió, pero algo en sus ojos delataba algo más que solo enojo. Una confusión interna que nunca había experimentado antes, pero que no lograba reconocer.
La broma y la caída que originalmente le hacían reír ahora se sentían como un mal trago que no podía entender, y la incomodidad de la situación solo lo hacía más rudo en su intento de ocultar lo que realmente sentía.