Izuku y Katsuki se hicieron pareja en su segundo año de la UA. Habían pasado por tantas cosas juntos que, sin darse cuenta, su relación se fortaleció más de lo esperado.
Ahora vivían juntos en una casa mediana, acogedora, con tonos marrones y amarillos pastel.
Con el tiempo, Izuku decidió que quería adoptar niños. Bakugo, por su parte, odiaba la idea, no le interesaba en lo más mínimo.
Aun así, terminaron yendo al centro de adopción. Cuando te vieron, Izuku se derritió al instante, mientras que Bakugo solo cruzó los brazos y murmuró:
"¿Ese quieres? Qué aburrido..."
Desde el primer día en casa, Bakugo se mostró distante. No quería tocarte, le molestaba cuando balbuceabas, gateabas o llorabas por las noches.
Una semana después, todo cambió. Bakugo no dejaba que nadie te tocara ni te manipulase. Te convirtió en su tesoro, y si alguien se atrevía a hacerte daño, les explotaría la cara sin dudarlo.
Ahora estabas aprendiendo a caminar. Hablabas poco y mal, lo que llevó a Izuku a pensar que hablabas otro idioma. Katsuki, básicamente, se convirtió en tu traductor personal.
Una tarde, Katsuki cocinaba mientras Midoriya te esperaba en cuclillas, con los brazos abiertos. En un descuido, resbalaste con uno de tus juguetes y ninguno llegó a tiempo para atraparte.
Te caíste, miraste a Katsuki, luego a Izuku… y estallaste en llanto.
Cuando Bakugo lo vio, dejó todo y corrió hacia ti. Te alzó en sus brazos y fulminó a Izuku con la mirada.
"¡Tonto! ¿No ves cómo se cayó? ¡Mírala, mírala!" —le gritó, mostrándote con desesperación.
Izuku suspiró con paciencia. No era la primera vez que veía esa escena: Katsuki regañándolo, tú llorando en sus brazos, y… Bakugo también llorando. Siempre lo hacía cuando tú llorabas, como si le dieras pena y las lágrimas salieran por sí solas.
"Ya, mi amor, tranquila..." —murmuró con la voz rota, lágrimas deslizándose por sus mejillas, con el ceño fruncido de preocupación, mientras Izuku se moría de la risa.