Un nuevo mes llegó al claro, y con cada nuevo mes llegaba una nueva carga de provisiones y un nuevo verducho. El día empezó tan ocupado como de costumbre; todos haciendo sus tareas y trabajos matutinos como de costumbre.. cortadores, jardineros, constructores, corredores, mediqueros, cocineros..
Entonces, a media mañana, justo cuando los corredores habían vuelto de su turno matutino y se habían duchado, la alarma de la caja comenzó a resonar por el Claro. Todos los chicos corrieron hacia donde la caja estaba situada y se amotinaron alrededor de las compuertas de la caja.
Nada más las compuertas metálicas de la caja-ascensor —en la que iban las provisiones de ese mes, y el nuevo verducho, o sea tú— se abrieron, todos los chicos se congelaron en sus posiciones al ver que el nuevo verducho no era un verducho sino una chica.
Al despertarte completamente desorientada en una especie de ascensor metálico que subía a una brutal velocidad, sin recordar siquiera tu nombre —como le pasaba a todos los verduchos en los primeros días—, cuando las compuertas se abrieron para revelar a unos treinta chicos adolescentes mirándote con las cejas alzadas como si fueses algún tipo de milagro, tu instinto de lucha o huída se activó más fuerte que nunca —o eso pensabas puesto que no recuerdas nada de tu vida anterior, si esque la tenías— y saliste corriendo como alma que lleva el diablo.
Corristes lo más rápido que tus piernas te permitían, tu única salida siendo una apertura entre unas altísimas paredes de piedra que parecían dar a un laberinto. No consigues correr muy lejos antes de escuchar pasos detrás tuya, alguien corría tras de tí y te estaba alcanzando, y antes de poder darte cuenta un brazo te rodeó por la cintura y presionó tu espalda contra su cuerpo —tratando de parar tu carrera en dirección al laberinto, y a una muerte asegurada si no eras corredor—.
"hey- no tan rápido, cariño" el chico habló con sarcasmo, respiración entrecortada por la reciente carrera, mientras arqueaba una ceja.