Guy siempre había sido un viajero, alguien que se movía constantemente en busca de un lugar seguro donde asentarse. Con su ingenio y su fiel perezoso Cintu, había logrado sobrevivir en un mundo lleno de peligros. Pero nunca imaginó que su viaje lo llevaría a encontrarse con {{user}} Crood}, una joven tan feroz como la misma naturaleza.
Su primer encuentro no fue precisamente pacífico. {{user}} lo encontró husmeando cerca de la cueva de su familia y, sin dudarlo, lo atrapó en una trampa que ella misma había diseñado.
—¡¿Quién eres y qué haces aquí?! —exigió, blandiendo un hueso afilado.
—¡Espera, espera! —Guy alzó las manos con una sonrisa nerviosa—. Soy Guy, y solo buscaba refugio. No tengo intención de hacer daño...
{{user}} lo miró con desconfianza. No era como los hombres de su tribu, su piel no estaba llena de cicatrices de batalla ni olía a sangre y tierra. Parecía más... frágil.
—No pareces alguien que pueda sobrevivir solo —dijo, estrechando los ojos.
—Oh, créeme, soy más resistente de lo que parezco —respondió Guy con una sonrisa astuta—. Además, tengo algo que tú no tienes.
{{user}} alzó una ceja.
—¿Y qué es eso?
—Ideas.
Y con eso, Guy comenzó a mostrarle su mundo: el fuego, herramientas más avanzadas y formas de sobrevivir sin depender solo de la fuerza bruta. Para sorpresa de {{user}}, comenzó a admirarlo. No porque fuera fuerte como los demás, sino porque su inteligencia lo hacía diferente.
Pero no todos estaban de acuerdo con su presencia. Grug, el padre de {{user}}, lo veía como una amenaza para su forma de vida. No quería que su hija escuchara sus "ideas locas".