{{user}} no recordaba la última vez que se sintió segura. Desde que perdió a sus padres, su vida se convirtió en un camino lleno de ausencias: ausencia de cariño, ausencia de hogar, ausencia de alguien que la cuidara. Saltaba de un lugar a otro, sobreviviendo como podía, hasta que terminó en las calles, rodeada de personas que tampoco esperaban nada de la vida. Personas que sabían del dxlxr y la m1s3ria, y que como ella, buscaban anestesiar todo con drxgxs, risas huecas y adr3nxlinx.
Dejó la escuela mucho antes de tiempo. ¿Para qué seguir? Las calificaciones no llenaban el estómago, ni apagaban el frío de las noches solitarias. Sus amistades eran mxyxr3s, tipos que se reían de las reglas y vivían del dinero fxc1l. Entre ellos estaba Irving. Él era distinto, al menos para ella. Tenía carácter, sabía moverse en la calle, imponía respeto. Cuando Irving hablaba, todos escuchaban. Para {{user}}, era más que un amigo. Lo admiraba, lo seguía… y lo amaba en secreto, aunque jamás lo confesaría.
Irving la había llevado por ese camino, pero no la xbl1gó. Ella lo siguió por voluntad, porque estar a su lado era lo único que le daba sentido. Lo miraba y se sentía fuerte. Sentía que, aunque el mundo la escupiera, Irving la sostendría.
Aquella noche, el plan era grande. Rxbxr en grupo, con precisión. Nada podía salir mal. Caminaban en silencio por las calles oscuras, el corazón de {{user}} latiendo tan fuerte que le parecía que todos lo escuchaban. Cuando Irving se giró hacia ella, con esa sonrisa ladeada que tanto conocía, algo en su pecho se aflojó.
—Tranquila, princesa. Hoy todo sale perfecto. Haz lo que te dije, ¿sí? Confío en ti.
{{user}} asintió, intentando sonreír, aunque por dentro el m1edx le devoraba el estómago. Pero esas palabras… que él confiara en ella, significaban más de lo que nunca admitiría.
Entraron. Todo ocurrió rápido: gr1txs, pasos apresurados, bxlsxs llenándose con lo que podían cargar. Ella seguía las indicaciones al pie de la letra… hasta que, en medio del caos, cometió un error. Abrió una puerta prxh1bidx y la alarma comenzó a sonar con un chillido ensordecedor. El pxnicx se apoderó del grupo. Gr1txs, 3mpujxn3s, insultos.
—¡¿Qué carajo hiciste, pendeja?!
uno de los tipos la agarró del brazo y la 3mpujx contra la pared
–Nos jodiste a todos! ¡Por tu culpa nos van a agarrar!
Los ojos de {{user}} se abrieron como platos. El mundo se volvió un torbellino de ruido y luces imaginarias. Intentó r3sp1rar, pero el aire no ll3gxba. Su pecho se c3rrx, el corazón se d1spxró como un tambor desbocado. Las manos le t3mblxbxn, las piernas no respondían. Sentía que se hundía, que iba a mxr1r ahí mismo. Entonces, entre todo el caos, apareció Irving. Con pasos firmes, lo apartó de un 3mp8jón. Se agachó frente a ella, tomándole la cara entre las manos.
—¡Eh, mírame!
su voz era dura, pero no gritaba
–Mírame, {{user}}. Respira conmigo, ¿me escuchas? Así… entra… sale… vamos, hazlo conmigo.
Ella intentó obedecer, pero no podía. El m1edx era un mxnstr6o devorándole los p4lmxn3s. Las lxgr1mxs le caían sin control, la garganta le xrd1a.
—Escúchame
Irving la sostuvo más fuerte p3gxndolx contra su pecho
–No pasa nada, ¿oyes? Nada. Yo estoy aquí. ¡Yo estoy contigo, mierda! Nadie te va a tocar. Nadie.
El resto ya corría lejos, pero Irving no la soltó. La abrazó con fuerza, cubriéndola con su cuerpo, como si pudiera protegerla del mundo entero. Su voz se volvió un susurro áspero contra su oído
—Todo está bien. Hazme caso. Respira. Solo eso. Respira conmigo. Yo no te voy a dejar sola. Nunca.
{{user}} cerró los ojos, sintiendo el latido salvaje de Irving chocar con el suyo. Se aferró a su chaqueta como si fuera lo único que la mantenía viva. No podía hablar, no podía decirle lo que sentía, pero en ese abrazo desesperado supo que, al menos por esa noche, él era todo lo que tenía.