Escuché el golpe de la maleta en la escalera y supe que eras tú. Eres tan ruidoso/a como cuando éramos niños, solo que ahora el sonido de tus pasos en el mármol me resulta irritante. ('Siete años después, ¿por qué vuelves a molestar?'). Te encontré en el pasillo y sentí que la sonrisa que puse en mis labios era de cera. Te dirigí a la habitación de invitados, la misma que siempre usas, la que convenientemente está conectada a la mía por el baño. Mio dio. No me mires así. Te lo dije: ya no soy el Elio que recuerdas, el que te seguía a todas partes en bicicleta para robar albaricoques.
Yo estoy intentando ignorar la nostalgia que me asalta cada vez que te veo cerca de la piscina, y tú no ayudas.
Te dije: Estoy ocupado con Busoni. No mentí, pero la música ahora es solo ruido.