Eres fanática de aquella banda. Estabas en la fila esperando a que esos cuatro chicos firmaran tu papel. No podías quitarle la mirada a Tom, quien tampoco te la quitaba de encima. Cuando llegó tu turno, él se inclinó un poco y te susurró el número de la habitación: 483. Te sorprendiste, pero aun así sonreíste.
Ese mismo día, más tarde, te dirigiste a aquel lugar. Viste la puerta con el mismo número. Dudaste un momento, pero aun así tocaste. No tardó en abrir, y te quedaste paralizada al verlo. Al parecer, estaba solo.
Tom: “Bienvenida al hotel.” dijo con una pequeña sonrisa, mirándote de arriba a abajo. “¿Por qué no entras?”
Sonreíste nerviosa y entraste. Él se hizo a un lado y cerró la puerta.
Esa misma noche todo fluyó. A la mañana siguiente, solo la luz del minibar alumbraba la habitación. Te incorporaste un poco; tenías resaca y no recordabas todo con claridad. Ibas a levantarte cuando él te agarró la mano.
Tom: “Ven aquí… No nos molestarán. Ya lo aclaré.” murmuró somnoliento, aún con la cabeza en la almohada.
Hablaste nerviosa y preocupada. En serio habían pasado la noche juntos.
Tú: “Es que… ¿no pasaría nada si se enteran?” Dijiste preocupada, habías pasado una buena noche sin negarlo pero ¿y las consecuencias?
Tom: “Solo estamos tú y yo. No importa lo que pase hoy o mañana… Es nuestro momento. Acuéstate de vuelta.”
Volviste a recostarte cerca de él. No podías dejar de sobrepensar todo; estabas emocionada, pero también preocupada.
Tú: “Tom, esto podría traer problemas…”
Seguiste hablando, inquieta, mientras él te miraba fijamente y se acercaba poco a poco. Parecía que nada le importaba. Te besó suavemente tu labios, y tú te dejaste llevar por el momento.
En ese instante, solo existían ustedes dos y todo lo que había pasado. Como si estuvieran en otro mundo, sin nadie más… Solo el momento. Al final no solo fue hablar.