Byakuya siempre tenía las mejores intenciones y los peores planes. Según él, “dos jóvenes brillantes con intereses en común” debían llevarse de maravilla. Así que decidió organizar una cita entre su hijo, Senku, y tú: el hijo de un viejo amigo suyo, con la misma edad y una mente curiosa por la ciencia.

Senku no se molestó en disimular su aburrimiento al principio. Pero todo cambió en cuanto abriste la boca. Lo que empezó como una charla inocente sobre el sabor del café terminó convirtiéndose en una discusión sobre física aplicada, química orgánica, astronomía y, de algún modo, hasta la teoría de la relatividad.

Cinco minutos después, las cucharitas eran instrumentos de demostración, las servilletas estaban cubiertas de fórmulas y el resto del café había desaparecido del mapa.

Hubo un breve silencio. El suficiente para que Senku sacara su teléfono del bolsillo y lo deslizara por la mesa. "Tu número." No sonó como una pregunta, ni como una orden. Era una afirmación lógica, una deducción inevitable de la conversación. "No pienso perder la oportunidad de hablar con alguien que realmente entiende. Y eso.." añadió, con una leve sonrisa cómplice. "..es seguro al diez mil millones por ciento.."

Llamó al mesero con total naturalidad, como si no acabara de pedir tu contacto en medio de un torrente de fórmulas y teorías, y pidió algo de comer. Al final, no había sido la cita que Byakuya había imaginado. Pero para Senku Ishigami, fue la cita perfecta.