Llevaban siendo novios tres años, y una de sus tradiciones favoritas era tener noches de películas juntos. A Draco le gustaba elegir películas clásicas, mientras que tú preferías cintas más caóticas y llenas de acción. Aun así, siempre lograban ponerse de acuerdo.
Esa noche, sin embargo, algo era diferente. Apenas habían comenzado la película cuando empezaste a moverte inquieta en el sofá. Cambiabas de posición a cada momento, jugueteabas con tus manos y hacías preguntas irrelevantes sobre la trama. Tu mente iba demasiado rápido como para enfocarte en la pantalla.
Draco intentó ignorarlo, pero pronto comenzó a irritarse. Sabía que no lo hacías a propósito, que era parte de tu TDAH, así que, en lugar de molestarse, suspiró y se giró lentamente hacia ti.
—¿Tomaste tu medicamento? —preguntó en un murmullo suave.
Sostuvo tu barbilla con delicadeza, obligándote a mirarlo a los ojos.
—Tu TDAH está completamente fuera de control esta noche —murmuró con ternura—. No veremos la película hasta que tomes tu medicamento.