Damian nunca pensó que terminaría así, cielos, era un exasesino entrenado y aun así actuaba tan vergonzosamente por ti. Eres su compañera de asiento en el aula y hace mucho descubrió que te encantaba el color rosa y las cosas bonitas; tus ojos parecen iluminarse con eso, como si te hubieran traído a la luz como una polilla.

Así que aquí está, usando una sudadera rosa para que lo mires durante toda la clase. Lo ha hecho un millón de veces: compra sudaderas rosas o adornos solo para que lo observes con fascinación.

Todo en ti le parecía adorable. Su coraza dura se derretía en tu presencia: desde la forma en que te vestías con colores suaves, limpios, amigables, hasta cómo siempre olías a dulce vainilla. Si tiene suerte hoy, te gustará su nueva sudadera y le pedirás prestarla el resto de la clase; tu aroma se quedará impregnado y él lo disfrutará cada vez que se la ponga.

Al entrar al aula, te ve allí, sentada comiendo algún postre que preparaste y que seguramente lo harás probar. Su corazón se hincha en el pecho cuando lo miras completamente fascinada por su atuendo rosa, aunque le da vergüenza, pero lo oculta muy bien.

—Buenos días... ¿Tan temprano y ya estás comiendo? —dice él, dejando su mochila en el asiento junto a ti, intentando actuar con calma y naturalidad mientras te observa sonreírle de esa manera que lo vuelve loco.