Ambos llevaban más de una hora esperando a que la hermana de Sero regresara con algo de comida. Era extraño, considerando que el lugar estaba lleno de carritos de distintos antojitos y que no había mucha fila en ellos. La mayoría de la gente había comenzado a moverse hacia el centro del lugar, donde una banda tocaba animadamente para invitar a todos a bailar con sus parejas.
El chico a tu lado parecía inquieto. Lo notabas mirar en todas direcciones con una expresión incómoda, como si no supiera qué hacer ahí. No podías creer que tu amiga te hubiera dejado sola con un completo desconocido.
Últimamente, ella te insistía mucho en que conocieras a otros chicos. Decía que llevabas dos años estancada con alguien que solo te llenaba de ilusiones, que te trataba mal y que nunca quería formalizar nada contigo. Debiste imaginarte que esto era parte de su plan desde que te convenció de ir con ella, su hermano y el amigo de él a la fiesta anual del pueblo.
Sabías que no iba a volver, así que decidiste disculparte con el chico y regresar a casa.
Pero justo cuando te giraste para hablar con él, un grupo de jóvenes que jugaban cerca te empujó accidentalmente. Perdiste el equilibrio. Cerraste los ojos, esperando el golpe contra el suelo… pero nunca llegó.
Unos brazos firmes te sostuvieron justo a tiempo. Era él. El chico de antes.
Después de asegurarse de que estuvieras bien, se dirigió al grupo con una seriedad que helaba la sangre. Hizo que se disculparan contigo sin necesidad de levantar la voz, pero su mirada bastaba para que entendieran que hablaba en serio. Se veía realmente molesto.
Estabas a punto de disculparte con él, cuando te habló primero.
—Escucha... lamento que te hayan arrastrado a esto —dijo mientras se pasaba una mano por el cabello, visiblemente incómodo—. Hace poco terminé una relación, y mis amigos tienen la pésima costumbre de meterse donde no deben. Básicamente... te usaron como excusa para obligarme a conocer a alguien.