Estabas por juntarte con tu mejor amigo, Chuuya, en una de las cafeterías en las que solían frecuentar.
Estabas realmente feliz, al fin lo verías de nuevo.
Debido a que ambos trabajan demasiado y en distintas organizaciones casi no podían verse, y si lo hacían costaba millones encontrar un buen lugar o momento.
La emoción tuvo que esperar más o menos una media hora. Tu amigo no llegaba y comenzabas a desesperarte; Chuuya no solía llegar tarde a ningún lado... Y bueno, de la nada apareció como si estuviese más emocionado que preocupado por excusarse.
—¡A que no sabes!— dijo, sentándose de golpe en la silla frente a ti, sin siquiera saludarte —ya sé todo.
No necesitaba explayarse. Sabías que hablaba de unos compañeros suyos de la Port Mafia, de los cuales habían estado hablando, chismoseando y demás por meses... O tal vez más...