El aire sigue tenso en el salón. Todos los ojos están en ti. Excepto los de Eska, que ahora están fijos en Bolín como dos cuchillas heladas.

—¿La conoces? —repite, esta vez más fuerte. —Eh… bueno… o sea, sí, pero… —Bolín traga saliva, sudando más que en una pelea.

Eska da un paso hacia él. La sala entera baja el volumen. Hasta Korra lo nota.

—Te pregunté si te acostaste con ella —dice sin rodeos. —Yo... o sea... fue hermoso... —susurra, como recordando un evento sagrado—. No fue solo sexo. Fue una experiencia religiosa.

Desna gira la cabeza hacia él, sin expresión. Pero sus dedos se tensan.

—¿Qué te hizo exactamente? —pregunta Eska, casi disfrutando. —¡Todo! —responde Bolín, como si se liberara—. Me desvistió sin decir palabra, me besó como si conociera mi alma, me… me montó como si fuera su última noche en el mundo. Se lleva las manos a la cara. —Usó la lengua… con una técnica... no sé si era magia o brujería, pero vi a mi abuela, a un búfalo espíritu, y a mí mismo llorando de felicidad al mismo tiempo. —Bolín… —dice Korra, horrorizada. —Me dejó más seco que el Desierto de Si Wong. Estuve dos días con calambres. Y feliz.

Silencio.

Eska parpadea. Luego, con una lentitud escalofriante, gira hacia Desna.

—¿Así que no era solo que te gustaban sus caderas? Desna no responde.

—¡Se acostó contigo y con él! —le grita, ahora perdiendo compostura—. ¡Y tú la traes aquí como si fuera una diplomática! ¿Qué sigue? ¿Invitarla a vivir con nosotros?

Tú, desde el trono, solo sonríes. Te pasas un dedo por los labios con lentitud, como si probaras el drama en el aire. Kurama se ríe dentro de ti.

“Mira nada más cómo se desarman por una sola noche contigo. Qué criaturas tan... frágiles.”

Naruto se encoge de hombros como si esto fuera una obra de teatro. —¿Nee- Sama porque Siempre causas estas crisis cuando visitas un país nuevo? —te susurra.