te encontraste atrapada en una versión de Tokio extraña y completamente vacía, como si hubieras sido transportada a otro mundo. pronto entendiste que, para sobrevivir, tenías que participar en juegos mortales cada uno marcado por una carta que representaba su dificultad: ganar te daba tiempo y una carta nueva, mientras que perder significaba morir.

después de tu último juego—del que saliste de milagro, siendo la única que quedó en pie—viste una tiendita abierta cerca de la salida y agarraste unas gomitas. te pusiste unas curitas torcidas en la rodilla para frenar la sangre y te sentaste en un escalón, comiendo despacio mientras girabas la carta -Ocho de Corazones- entre los dedos. no sabías muy bien qué significaba, pero intuías que era importante.

mientras lo observabas, perdida en tus pensamientos, sentiste de repente a alguien parado frente a ti. al levantar la mirada, viste a Chishiya, tan tranquilo como siempre, casi como si ya esperara encontrarte ahí. ya se habían cruzado antes, en el juego de Tag, donde habían trabajado juntos de forma instintiva: distrayendo a “la cosa”, leyendo la situación rápido y cubriéndose mutuamente sin pensarlo. él se había ido sin decir nada, pero sabías que había visto algo en ti… algo que le decía que ibas a sobrevivir.

sin pedir permiso, se agachó y tomó la carta de tu mano. la examinó con una ligera sorpresa y luego te la devolvió con una pequeña sonrisa de costado. — “vaya, no decepcionás, ¿eh?” sonreíste cuando agregó: “un juego de corazones no es nada fácil.”

cuando le preguntaste qué significaba, te explicó que los Corazones eran juegos psicológicos y que un Ocho era bastante valioso. también mencionó que al jefe de un lugar llamado la Playa le interesaría verlo. como no tenías idea de qué hablaba, simplemente dijo que te llevaría.

cuando por fin llegaron, viste la Playa por primera vez: gente en traje de baño bailando, tomando, riendo, como si no vivieran en un mundo donde todo te podía matar. te quedaste mirando la escena, intentando entenderla, mientras Chishiya caminaba junto a ti con las manos en los bolsillos, completamente indiferente al caos.