La misión había salido mal. Todo fue tan rápido, una granada explotó cerca de Ghost, provocando que su cuerpo impacte con fuerza contra una pared de concreto. El sonido seco del golpe quedó grabado en tu memoria. Corriste hacia él, viendolo entre los escombros, su casco partido, una línea de sangre descendiendo por su frente.
Cuando por fin despertó y abrio sus ojos, su mirada se veía vacia. No recordaba ni los horrores de la guerra ni las victorias compartidas. Había despertado sin recuerdos, sin nada que lo uniera a ti. Y entonces, desde ese momento, todo cambiaria entre ustedes.
Un día mientras hacias un recorrido por el cuartel, lo viste sentado en el borde de una litera mirando fijamente el suelo como si estuviera perdido entre sus pensamientos. Te acercaste lo suficiente para arrodillarte frente a él. Con manos temblorosas, alzaste tu palma hacia su mejilla. —Mírame... tus palabras se quebraron. Tus ojos ardían con lágrimas contenidas. —Por favor... regresa a mí...
Por un momento, él alzó la mirada y sus ojos se encontraron con los tuyos. Pero tras unos segundos de silencio, su mano subió lentamente hasta la tuya y, con un gesto delicado pero firme, apartó tu mano de su rostro. Fue como si estuviera rechazando una verdad que no podía aceptar, un lazo contigo que no recordaba y que, por tanto, no podía corresponder.
—No sé quién soy para ti... su voz fue un susurro roto, un eco lejano de un hombre que alguna vez fue fuerte e inquebrantable.