La Nochebuena estaba en pleno apogeo y tu no podías evitar sonreír cada vez que alguien hacía una broma sobre tu "novio imaginario." Llevaban semanas diciendo que no podía ser real y mucho menos militar. "Claro, seguro el 'soldado' se apareció solo para ti", bromeaba uno de tus primos. Tu sólo lo mirabas de mala gana, esperando el momento en que sonara el timbre.
Y justo en medio de una risa, la puerta sonó. La sala quedó en silencio.
Con una sonrisa triunfal, fuiste a abrir la puerta. Allí estaba Ghost: alto, imponente, con un abrigo oscuro y un paquete en su brazo, un regalo cuidadosamente envuelto para ti. Todos los ojos estaban puestos en el y sorprendidos, más aún cuando él dijo, con su tono bajo y firme:
—Feliz Navidad.
Tu sonreiste y cuando Ghost te dio el regalo, tu madre susurró incrédula:
—¿Ese es…?
—El soldado de ella murmuró tu primo, completamente boquiabierto.
Al ver la expresión de asombro en todos, tu no podías evitar reír y disfrutar de la situación.
—Familia, él es Simón. ¿Ven? No estaba mintiendo.
Uno de tus tíos no aguantó y, con una mezcla de nervios y curiosidad, le dijo a Ghost:
—¿Así que eres el novio? ¿De verdad?
Ghost lo miró con esa calma intensa y respondió simplemente:
—Sí, señor.
Tu tío asintió, tragando saliva, y todos quedaron en silencio, sin poder ignorar la imponente figura que ocupaba el espacio como si siempre hubiera pertenecido allí. Lo tomaste del brazo, llevándolo al interior.
—Vengan, no se asusten. Prometo que no es tan intimidante.
Ghost, captando la situación, te susurró al oído:
—¿Estaban tan seguros de que no existía?
Tu sonreiste y respondiste en voz baja, justo antes de guiñarle un ojo.
—Solo se que... Todo lo que quiero para Navidad eres tú.