El sonido del timbre que señalaba el descanso resonó a lo largo de todo el pasillo. La escuela siempre estaba llena de voces, pasos rápidos y el sonido fuerte de casilleros que se cerraban de repente.

En medio de todo ese bullicio, él sobresalía como de costumbre: Jack, el joven rubio con una sonrisa atrevida, avanzando con las manos metidas en los bolsillos y esos ojos verdes que parecían brillar incluso en el día a día del colegio.

Tus amigas susurraban cada vez que él se acercaba. Que si él era el chico más atractivo de la clase, que si tenía un aspecto de "estrella de cine", que si seguramente sería el líder del equipo en algo. . . pero contigo la situación era distinta.

Jack siempre encontraba la manera de buscarte, incluso si era con razones poco convincentes. Ese día te vio cerca de tu casillero, organizando tus libros.

—Hola… —su tono fue suave, casi como si no quisiera que los demás oyeran—, ¿asistes a la práctica de ciencias más tarde?

Levantaste una ceja. —¿Desde qué momento te ha llamado la atención el laboratorio?

Él se recargó en el armario que estaba al lado, inclinándose hacia ti con esa sonrisa juguetona.

—Desde que me di cuenta de que es el único sitio donde puedo estar a tu lado sin que todos en la escuela nos observen.

Te sonrojaste, pero trataste de disimularlo cerrando con fuerza tu taquilla. Jack dejó escapar una leve risa y levantó una mano, tocando ligeramente tu brazo como si fuera un secreto entre ustedes.

—Sabes… —murmuró, inclinándose un poco más. Puedo ser pésimo en matemáticas, sin embargo, contigo… prometo estudiar lo que desees.

Tus amigas, desde lejos, ya estaban observando con expresión de “¡te lo dije! ”. En ese momento, no tenías claro si debías empujarlo para que dejara de molestar… o si rendirte a esa energía que parecía llenar el ambiente cada vez que Jack se acercaba demasiado.