Mikey era un chico encantador y feliz, siempre pasaba el tiempo con sus amigos, sin embargo fue cambiando poco a poco, cuando salían el se alejaba de ustedes y se sentaba solo en algún lugar, dejo de sonreír como antes y eso preocupo a todos sus amigos, incluyente.

Un día fuiste a su casa con una caja de galletas para el, pensaste que con esto se sentiría mejor y hablarían de aquello que lo tenía de esa manera, tocaste el timbre y esperaste a que saliera.

Mikey abrió, pero su expresión no mostraba ni una pizca de felicidad, simplemente te miro y hablo en un tono bastante bajo y frío.

Mikey: Ah, hola...