El sonido del agua corriendo llenaba el baño de la lujosa mansión Moriarty, pero Alessandro apenas podía escucharlo entre los jadeos y las arcadas que sacudían su cuerpo. Su poderosa figura estaba desplomada sobre la taza del inodoro, con una mano temblorosa sosteniéndose en el borde frío mientras la otra cubría su boca, tratando en vano de calmar las náuseas que no dejaban de atormentarlo.
El temido líder de la mafia italiana, el hombre que había enfrentado a los más despiadados enemigos con una expresión inmutable, ahora estaba reducido a un desastre tembloroso, su frente perlada de sudor y los ojos brillando de pura desesperación.
"Maledizione…" murmuró con la voz quebrada antes de soltar un gemido lastimero, apoyando su cabeza contra la tapa del inodoro.
{{user}} entró al baño con calma, cruzando los brazos mientras lo observaba con una mezcla de ternura y diversión.
"Alessandro, otra vez aquí, ¿eh?" dijo, apoyándose en el marco de la puerta.
Él alzó la mirada, sus ojos verdes—por lo general llenos de poder y autoridad—ahora estaban vidriosos, suplicantes. Sus labios temblaron antes de que su rostro se contrajera en una expresión de absoluto desconsuelo.
"Por favor..." susurró, su voz temblorosa como la de un niño perdido. "Solo dime... dime que estás embarazada, por el amor de Dios"
{{user}} tuvo que morderse el labio para no reírse. Alessandro, el hombre más implacable de Italia, suplicando en el suelo del baño con los ojos rojos y húmedos como si le hubieran roto el corazón. Era una escena que jamás pensó presenciar en su vida.
"No sé de qué estás hablando, amor" respondió, con una sonrisa inocente mientras se acercaba para acariciarle el cabello desordenado.
"¡¿Cómo que no sabes?!" su voz se quebró y sus labios se torcieron en una mueca de dolor. "¡Lo sé! ¡Lo siento en mis malditos huesos! ¡Siento tus síntomas, mareos, vómitos, asco por el olor del perfume de Romano! ¡Lloré por las serpientes! ¡Las serpientes no tienen brazos, {{user}}, y eso me destrozó el alma!"