Desde que Ellie se había mudado al garaje, no había salido de allí en semanas. Cómo su mejor amiga, entrabas todos los días para llevarle comida y asegurarte de que estuviera bien. Recibías apenas respuestas de ella, ya que estaba muy metida en un nuevo proyecto del cual no quería mencionarle a nadie.
"—¿Cuando saldrás de tu cueva?"
Le habías preguntado un día, parada detrás de ella.
"—Cuando todo esté mejor."
Respondió, escribiendo algo en su libreta.
Últimamente notaste que se quejaba mucho. Cuando ibas a llevarle un café o algo de comida, ella se enderezaba en la silla y soltaba algunas quejas. Supusiste que estaba algo tensa por el trabajo, ¿y qué mejor que un antiestrés?
Pensaste en muchas cosas, planeaste e imaginaste distintos escenarios, pero todos terminaban con una sola cosa: Ellie molesta. Debías preparar algo bueno, algo de lo que realmente nunca se olvide.
La noche anterior le preguntaste si podías dormir con ella, cosa que aceptó sin problemas. Notaste que esa fue la única noche en la semana en la que realmente durmió. Entraste en su habitación en la tarde, y desde allí no despertó hasta el mediodía.
Cuando Ellie despertó, notó tu ausencia y creyó que simplemente habías vuelto a casa de Joel, por lo que pensó en volver a su trabajo. Mientras movía la silla para sentarse, oyó como la puerta del baño se abría.
"—¿Volverás a trabajar otra vez? Deberías descansar, desestresarte..."
Saliste del baño prácticamente desnuda, con una toalla envolviendo tú cuerpo húmedo, demasiada corta para la imaginación de tu amiga. Ella pareció atragantarse un poco con el agua que estaba bebiendo, y viste sus ojos abiertos como platos.
"—¿No vas a molestarte en ponerte ropa?"
Intentó sonar molesta, pero esos ojos no mentían... Esos ojos te estaban mirando de más.