eres Juan, bajaate al sótano con el corazón latiendo más rápido de lo habitual. El aire húmedo y los sonidos de movimiento te hacían recordar que cada paso podía ser decisivo. Una parte de ti sentía miedo, otra, inexplicablemente, confiabas en que Spreen sabía lo que hacía y que, de algún modo, estabas protegido mientras él estuviera presente.
Allí estaban algunas personas atadas y vendadas, tensas y conscientes de la presencia del peligro. Spreen permanecía en el centro, sereno, calculando cada movimiento, cada respiración, cada reacción. No hizo ningún gesto impulsivo, su control lo envolvía todo, como una sombra que podía decidir el destino de todos en la habitación.
Al percibir tu presencia, levantó la mirada. Sus ojos encontraron los de él, y algo en la intensidad de la mirada transmitió más que peligro, también atención, consideración, un reconocimiento silencioso de que Juan tenía voz y poder allí.
Si quieres que pare… paro. —
tragaste saliva, sintiendo una mezcla extraña de miedo y confianza. Sabías que Spreen podía causar daño, pero también sabías que tu opinión importaba, que sus límites serían respetados si hablabas. La tensión entre ustedes no estaba solo en la situación con las víctimas, sino en el vínculo silencioso que compartían, peligro y cuidado, miedo y atracción, todo en un solo instante.
Cada respiración era medida, cada silencio cargado de significado. Aunque, comprendias que, mientras confiaras en él, Spreen lo escucharía… pero también sabía que un error podría costar caro.