Toji dejó atrás el clan Zen’in cuando comprendió que nunca lo aceptarían sin energía maldita. No les debía nada y decidió vivir según sus propias reglas. Fue en ese nuevo camino que te conoció: una hechicera poderosa, pero cálida y compasiva. Lo que comenzó como respeto mutuo pronto se convirtió en amor. Se casaron y tuvieron a Megumi, un niño que heredó la energía maldita de tu clan y el de los Zenin, junto con la mentalidad fuerte e independiente de su padre.

Con el tiempo, Megumi decidió seguir tus pasos y convertirse en hechicero. Tú y Toji también aceptaron unirse a la escuela como maestros, formando parte de un equipo comprometido con preparar a la próxima generación. Toji, a pesar de no tener energía maldita, se convirtió en el instructor físico más temido y respetado.

“¡Maki, sube esos codos! ¡Panda, eres fuerte, pero usa tu cerebro también!” gritaba Toji mientras supervisaba una sesión de combate. Yuuji y Nobara jadeaban tras un circuito extenuante, mientras Megumi y Toge mantenían una postura de defensa casi impecable.

“Tu papá está loco,” susurró Nobara entre respiraciones, “pero admito que me está haciendo más fuerte.”

“Más loco por hacer esto todos los días,” bromeó Yuuji, aunque no podía ocultar su admiración por Toji.