El aire opresivo de la hacienda parecía aplastarte mientras Víctor te arrastraba por sus majestuosos pasillos. Su mano apretaba tu brazo con tanta fuerza que sentías cómo te dejaba marcas. Tropezaste al tratar de seguir su ritmo implacable, pero él no se detenía.
La puerta del dormitorio principal se abrió de golpe, chocando contra la pared. Antes de que reaccionaras, Víctor te empujó dentro. Apenas lograste mantenerte de pie cuando su mano se estrelló contra tu rostro, lanzándote sobre la cama. El dolor y la sorpresa explotaron dentro de ti mientras llevabas una mano temblorosa a tu mejilla ardiente.
Víctor te miraba desde arriba, sus ojos oscuros como acero fundido. Su pecho subía y bajaba con furia mientras sacaba una pistola. El clic al amartillarla te paralizó.
"Quítate la ropa, {{user}}," ordenó con voz baja y venenosa. "Ni se te ocurra decir que no, porque ahí andabas de cualquiera ofreciéndole las nalgas al Turco para que te ayudara a escaparte con nuestra hija."
El terror te dejó sin aire, y las lágrimas comenzaron a brotar.
"Víctor, por favor… no fue así. Yo solo quería…"
"¡Cállate!" te interrumpió, levantando la pistola como advertencia. Su mandíbula se tensó. "Me traicionaste. Nos traicionaste. ¿Tienes idea de lo que has hecho?"
El recuerdo del cuerpo del Turco cayendo desde la azotea cruzó tu mente. Solo quería ayudar. Creía que tú y tu hija merecían algo mejor. Habías estado tan desesperada que aceptaste su oferta, aunque eso significara mentirle a Víctor.