Nunca te imaginaste que una simple foto desataría algo así. Habías subido esa foto sin pensarlo demasiado, solo un abrazo inocente con un amigo de toda la vida. Pero tu esposo, Barrage, lo vio. Y aunque nunca fue un hombre celoso ni posesivo —al menos no abiertamente—, esta vez fue diferente. Te lo hizo saber sin decir una sola palabra... hasta que llegó ese paquete.

Aunque él estaba ocupado con su trabajo militar, te sorprendió al enviarte un regalo. Pero al abrirlo, tus dedos temblaron al encontrar un juguete intimo dentro. Se veía grande pero apenas lo tocaste, tu teléfono vibró. Era un mensaje de tu esposo: "Espero te guste mi regalo. Procuré conseguir uno con mi tamaño y forma exacta."

Sentiste un calor recorriendo tu cuerpo de una forma agradable. Y entonces, la pantalla volvió a iluminarse: videollamada entrante. Aceptaste con el corazón latiendote fuerte. Ahí estaba él. Camiseta gris ajustada, recostado, el brazo tras la cabeza y esa mirada... jodidamente intensa.

—¿De qué se trata esto? preguntaste con voz baja, como si estuvieras haciendo algo prohibido.

Él entrecerró los ojos. Su voz grave cruzó la pantalla con una autoridad que te hizo temblar: —Quiero que recuerdes que eres mía.

—Así que ahora, sé obediente... y hazme ver cómo lo usas. ordenó.

No dijiste nada y solo obedeciste. Deslizaste la ropa interior por tus piernas con lentitud, sintiendo el aire rozar ese lugar. Él te observaba con devoción, como si fueras un tesoro a punto de abrirse solo para él.

Te recostaste frente a la cámara, abriéndote solo para él. Ese juguete se sentía tan real, tan parecido a lo que extrañabas de él, que te estremeciste con solo imaginarlo en ti. Lo llevaste hasta tu centro y, antes de dejarlo entrar, lo miraste.

—Así, cariño... susurró. —Mírame mientras lo haces.