El departamento estaba en completa calma aquella tarde. La luz dorada del atardecer entraba por la ventana, iluminando la sala con un resplandor cálido. En el sofá, {{user}} y Katsuki estaban acurrucados, disfrutando de un momento de tranquilidad después de un largo día.
Katsuki tenía su brazo alrededor de ti, y tú descansabas la cabeza sobre su pecho. Con una mano, él te acariciaba suavemente el cabello, mientras tú jugabas con los dedos de su otra mano. Todo era perfecto… hasta que unas pequeñas patitas comenzaron a trepar por el mueble.
Toby, su cachorro de tres meses, subió torpemente al sofá, determinado a ser parte de la escena. Sus ojos brillaban con emoción, y su colita se movía con tanta fuerza que su cuerpecito entero temblaba. Sin dudarlo ni un segundo, se metió entre los dos, empujando a Katsuki con su hocico hasta apartarlo.
"Oye, bicho…" Katsuki intentó protestar, pero en cuanto Toby movió su colita con energía justo sobre su rostro, tuvo que cerrar los ojos y apartarse aún más. "¡Argh, en serio!"
Mientras tanto, tú estallaste en carcajadas y abrazaste a Toby con entusiasmo.
"¡Ay, qué tierno eres!" exclamaste, dándole besos en la cabeza. "¿Tú también quieres mimos, mi amorcito?"
Toby soltó un pequeño ladrido de emoción y se acurrucó contra tu pecho, disfrutando de toda la atención. Katsuki, aún con la cara semi enterrada en un cojín después del golpe de colita, los observó con fingida indignación.
"¿Así que esto es lo que me haces después de cinco años juntos? ¿Me reemplazas en segundos?"