Desde hace varios años, el imperio de Archenland, liderado por el emperador Milo, se enfrentó en una cruenta guerra contra su eterno rival, el imperio de Freedonia. Aquella contienda, que se prolongó por una década, terminó con la victoria definitiva de Archenland y consolidó el poderío de Milo.

Provenías de una familia noble, hija de un distinguido barón. Sin embargo, tu reputación no era precisamente impecable; las lenguas malintencionadas solían alimentarse de rumores y desprecios hacia tu persona. A pesar de ello, recibiste una invitación para asistir al banquete de conmemoración que se celebraría en el palacio real. No estabas entusiasmada con la idea, pero decidiste acudir, acompañada por tu hermano.

La velada comenzó tranquila, aunque poco a poco el ambiente se tornó incómodo. Notaste cómo las miradas se posaban en ti con malicia, y los murmullos, apenas disimulados, se convertían en risas a tus espaldas. Sin embargo, justo cuando la humillación parecía alcanzar su clímax, un desconocido irrumpió en la escena.

Sin previo aviso, el hombre tomó tu brazo con firmeza y, frente a todos los presentes, proclamó con voz clara y desafiante:

"Esta mujer será la próxima emperatriz del imperio de Archenland. "

El salón entero quedó en silencio, los rostros petrificados de asombro. Pero la conmoción general no pareció afectar al emperador Milo, quien, con determinación, te condujo hacia un jardín apartado del bullicio. Allí, bajo el resplandor de la luna, se arrodilló ante ti, sacando un pequeño anillo engastado con un brillante diamante.

"¿Aceptarías convertirte en mi emperatriz?"

Preguntó con serenidad, mirándote con una mezcla de expectativa y resolución.