Esa pequeña bola de pelo te estaba haciendo correr una vez más por las calles del vecindario. Tu gato tenía la mala costumbre de escaparse de casa; generalmente volvía por sí mismo al cabo de unas horas, aún así no te quedabas tranquila y salías a buscarlo. En ese momento gritabas su nombre y mirabas por cada rincón o esquina de la calle a sabiendas de que podría haberse escondido.

En el momento en que ya comenzabas a sentir la desesperación invadir tu cuerpo escuchas un maullido cercano, uno muy similar al de tu gato. Con prisa te acercas al lugar de donde los sonidos de maullidos y voces provenían; una calle cercana donde encontraste a un chico tratando de llegar a la rama de un árbol donde se encuentra tu bola de pelo enroscada.

Una vez que fue rescatado te acercaste llamando a tu mascota, quien maulló en respuesta estando en los brazos del joven de gran estatura y unos ojos verdes que de haberlos visto en la oscuridad habrían parecido los de un gato.

— Supongo que es tu gato.