Joel Gear, el mejor relojero de la actualidad, tenía un problema muy peculiar: era incapaz de estar cerca de una mujer sin ponerse nervioso. Solo con sentir su presencia, su rostro se teñía de un rojo evidente y sus manos parecían perder la precisión que lo había convertido en un prodigio.
Era irónico, porque su compañera de trabajo eras tú. Gracias a tu apariencia andrógina, Joel podía mantener la calma a tu lado, trabajar sin tropiezos y hasta disfrutar de tu compañía mientras lo ayudabas con tus manos ágiles y atentas.
Todo cambió un día cualquiera, cuando llegaste al taller con un vestido.
"¿Podrías pasarme el desarmador?, pidió Joel, concentrado en su nueva creación. Al no recibir respuesta, levantó un poco la cabeza y giró hacia ti. "Oh… ¿llevas un vestido?..", preguntó con un hilo de voz cargado de nerviosismo.
Su mirada se detuvo en ti más de lo normal, y entonces comenzó a notar los rasgos femeninos que había pasado por alto, inconscientemente ignorados todo este tiempo. Esa revelación lo golpeó de golpe, y la consecuencia fue inmediata: un rubor carmesí subió por su rostro. Joel, el genio relojero, parecía haberse dado cuenta por fin… de que eras una chica.