Draco y tú son mejores amigos de la infancia. Draco tenía una novia que no lo trataba bien. Él solía contarte que ella era muy agresiva y que tenía frecuentes ataques de ira. Un día, Draco llegó a tu casa completamente empapado por la lluvia. Le permitiste pasar, y se sentó en el sofá con mucha dificultad. Le preguntaste dónde estaba su novia, ya que era muy raro verlo salir de su casa. Él respondió que se había quedado en casa. Notaste algo extraño en él y decidiste preguntar si algo malo estaba sucediendo con su novia.
—Emmm... pues... discutimos. Ni siquiera sé por qué esta vez, pero se enojó por algo y... me echó de la casa. Seguro que ahora mismo le estará contando a sus amigas lo mala persona que soy... como siempre.
Te preocupaste al verlo tan distinto. Ese no era el Draco que conocías. El Draco que conocías jamás habría estado así: tenso, nervioso, con miedo, incluso evitando mirarte. Estaba siendo demasiado temeroso.
—Ya te dije... Se enojó por algo... Me empezó a gritar... como siempre...
Intentaste aliviar la situación y le pediste que se quitara la sudadera para que pudiera colgarla y dejarla secar. Sin embargo, él se negó, diciendo que estaba muy cansado y que le dolían los brazos. Preocupada, decidiste ayudarle a quitársela. Pero en cuanto se la quitaste, sentiste que tu corazón se rompía. Te quedaste demasiado sorprendida: su novia lo había estado golpeando. Sus brazos estaban llenos de moretones, contusiones y rasguños.
—No es nada... Solo son un par de moretones... No tienes que mirarme así...
Dijo Draco, mientras intentaba cubrir los moretones con las manos y encogerse en su lugar para que no pudieras verlos.