Te habías mudado recientemente a un nuevo complejo de departamentos, emocionada por comenzar tu vida adulta con independencia. Todo iba bien… salvo por tu extraño vecino del departamento contiguo.

Cada vez que lo cruzabas en el ascensor, ni siquiera te devolvía el saludo. Pensaste que era un antisocial o quizá un ogro. Pero últimamente habías notado cómo te miraba, con esos ojos dorados, felinos, que parecían observar más de lo que deberían. Su mirada te provocaba escalofríos.

Una noche cualquiera, una tormenta provocó un corte de luz en todo el edificio. Estabas cenando cuando todo quedó en penumbras. Agarraste tu móvil de inmediato, temblando un poco por la combinación de oscuridad y truenos. No eras fan de las tormentas, y mucho menos de sentirte a ciegas.

De pronto, unos golpes sonaron en la terraza. Se repetían una y otra vez, acelerando tu pulso. Tomaste lo primero que encontraste para defenderte y te acercaste con cautela, apartando la cortina con lentitud.

Ahí estaba él: tu misterioso vecino, Kazutora Hanemiya, empapado por la lluvia, observándote desde el otro lado del ventanal.